Los viajes me movilizan mucho, me cuesta alejarme de MIS lugares, me cuesta acostumbrarme, usualmente me enfermo y no creo que sea una coincidencia. Extraño y no dejo de pensar en cómo transcurrirá la vida mientras estoy lejos.
Madrid - Scarborough - York - Edimburgh - Durham - Pickering - London - Paris - Oxford
Lo leo y una parte de mi todavía no puede creer que haya pisado esos lugares. Otra parte mira más lejos y me recuerda que es tan solo una pequeña parte de todo lo que no conozco y que me queda por conocer.
¿Qué pasó esta vez?
Hola, acabo de volver de lo que, haciendo un balance sencillo, fueron las tres semanas más felices de mi vida.
No suelo jugarme a decir cosas de tal calibre, el blanco o negro a mi no me sirve, imaginensé lo que debe haber sido para que rompa con eso.
Nunca se me hubiese ocurrido que las cosas sucedieran de la forma en que lo hicieron, incluso estando sentada a miles de metros en la estratósfera, atravesando el Atlántico.
Como si fuera una ecuación proporcional, contra más lejos estaba, más tranquila me sentía. Es algo literal, te alejás de todo.. lo necesitaba, y cómo.
No es necesario que recaiga en aclarar la clase de persona que soy, tan maquinadora, tan insistente, ridículamente optimista en ciertos momentos. Me estaba haciendo muy mal estar atascada acá, en un círculo vicioso.
De repente te encontrás en otro continente, con gente totalmente nueva, gente que apenas conocés, y con la que convivís como si fuera la cosa más cotidiana del mundo.
Abrís los ojos y te das cuenta que estás en un lugar desconocido y totalmente alejado, y así y todo tenés un rincón en el que te sentís como si estuvieras en tu casa, pero con la ventaja de que todos problemas y preocupaciones se olvidaron de subirse al avión.
Es como si hubieras aterrizado en un lugar que simplemente te estaba esperando, aunque la gente ni siquiera use tus mismos códigos. Já, como si hubiese importado en algún momento.
Libertad, jamás me había sentido asi. Estás caminando por la calle, a la derecha tenés las luces azules del London Eye, a la izquierda nada más ni nada menos que el Big Ben, y pensás ¿por qué carajo me estuve amargando por tantas cosas tan insignificantes?.
Te das cuenta que el tiempo es cruel e injusto, que irónicamente pasa tres o cuatro veces más rápido de lo que le corresponde. Te aferrás a todas y cada una de las vivencias, guardás cada simple momento en la memoria, en las imágenes. Minuto que pasa, minuto que sentís que lo vas a extrañar, como a todo.
Y de vez en cuando, en unos instantes fugaces, recordás que tu vida estaba en otro continente, aunque sencillamente no pareciera que es así.
Es tan irreal el hecho de pensar que tal vez hacía una semana estabas sentada preguntándote cómo hacés para sobrevivir a tal monotonía y en ese momento estabas riendo de la cosa más sencilla e inocente rodeada de personas de todas partes del planeta.
La sensación de saber que no sos la única, de mirarle la alegría en los ojos a tus nuevos amigos y simplemente entender....entender que todos sentíamos y sabíamos que no necesitábamos nada más. Cuando te querés dar cuenta te acostumbrás demasiado a tenerlos de la mañana a la noche, son como tu familia en la distancia.
Es tal y como dicen, te abre la cabeza, caes en la noción de lo insignificante que era tu concepción del mundo, te das cuenta que tu realidad se limitaba a la vida de Ramos Mejía y alrededores y que mientras la cosa más importante de tu día era una publicación del Facebook, a miles de kilometros podés estar viviendo cosas tan extraordinariamente nuevas que básicamente te cambian, y te encanta, cuando te querés dar cuenta te cautivó el hecho de vivir cosas nuevas.
Una vez de regreso te pones a rearmar todo el entramado de lo que fue el viaje y te das cuenta que son miles las cosas que lo componen. Así como las grandes experiencias, esas que le contás a tu madrina que te pregunta cómo te fue, hasta las cosas más cotidianas y chiquitas que simplemente quedan en vos, la pizza en el pasillo del hotel, las imitaciones generales, los despistes, las corridas, los rechequeos, el karaoke, el Mcdonals, las charlas y las risas . Porque son varios los que te pueden contar que conocieron el castillo de Edimburgo, pero son esos detalles los que hacen nuestro ese viaje, y es eso lo que no compartimos con varios.
Paradójicamente me está siendo mucho más duro re-acostumbrarme a la vida porteña que lo que fue encajar en la inglesa. Trato de mirar con una sonrisa para atrás y pensar que me quedó una experiencia que por empezar y resumir, fue única. Pero si tengo que ser sincera una parte de mi corazón se negó a regresar y me insiste en que lo vaya a buscar. Mi vida será acá, pero algo me sugiere maliciosamente al oído lo lindo que hubiese sido permanecer allá, tiempo: indefinido.
Tarde o temprano hay que aterrizar Stefi, aunque sea feo me dice mamá con mucha razón.
Lo único que tengo por seguro ahora es que voy a cumplir lo que me propuse antes de viajar: dejar las cosas atrás, voy a empezar de cero, y sin arrastrar aquello que lastimaba. ¿por qué? porque estas tres semanas fueron una visagra, y no quiero que lo que me quede sea un recuerdo melancólico de lo feliz que fue, y fui. Sino más bien una muestra de lo que puedo llegar a ser de acá en adelante, con la promesa a futuro de que voy a regresar, como dicen por ahí, I wanna breathe that fire again.
Gracias Inglaterra, gracias Jackie, Stephanie, gracias Anglolang, gracias Andrea, Priscila, Alan, Hugo, Camila A, Camila R, Belén, Milagros y Claudia. Gracias por ser la experiencia más linda de mi vida.
Cosas así no pasan todos los días.